La pintura de Isabel Andrada Vanderwilde (Granada, 1960) brota de una pulsión creativa tocada por una delicadeza y complejidad extraordinarias. La suya es una pintura honesta, que alcanza la excelencia desde la representación de lo sencillo. En el proceso, considera que la pincelada es el vehículo y la temática el pretexto, siendo la propia pintura la pieza clave de la ecuación.
Entre los argumentos que aborda, la naturaleza, los animales o las personas son los objetos de interés que maneja, y lo hace a través de un expresionismo dotado de una fuerte personalidad entre lo poético y lo banal, como vehículo orientado al resultado que consigue a caballo entre los géneros clásicos – destacando sus rompedores retratos o sus deliciosas representaciones de animales- y una apabullante modernidad.
Dinamismo, empuje y energía son conceptos que se vislumbran al contemplar sus piezas, elaboradas habitualmente en serie, como parte de un proceso que le permite trabajar en distintas ideas al mismo tiempo de forma orgánica y persiguiendo un fin: la sublimación en el arte.